OSAMÍ ES BATEYERA

 











Por: Juan Matos.

Osamí es bateyera

¡Que me duele el alma! ¡Me duele!

De su ombligo a su pelo; de su suelo a su piel; desde el rostro tañido por zafras sempiternas; desde el guarapo que le surca las venas hasta esos labios mabí que susurran auténticos sentires cual, hirvientes verdades; desde el fulgor de sus ojos allende chimeneas; desde el latir de sus pechos al plantío de sus patios; desde el silencio guardado al bramido sublime de su existencia agreste; desde la vida y siempre: ¡Osamí es bateyera!

¡Que me duele el alma! ¡Me duele!

¡Osamí es bateyera! ¡Osamí es bateyera!

¡Bateyeros los huesos de nuestros hombres idos! 

¡Bateyeros los gritos de nuestras madres idas!

¡Bateyeros y bateyera los ombligos, los pasos, 

Las muertes y las vidas!

Se llevaron las vidas en infinitos sacos de sangre granulada. Nos dejaron el hambre, las calles destrozadas, la cachipa en la piel, rigor del abandono. Se llevaron, cual oro, el salobre dulzor de las generaciones. Se llevaron los soles, la melaza, las cañas, las vidas retorcidas; pero abiertas heridas perennes nos quedaron en el nombre infinito de nuestra identidad.

¡Que yo no soy de villa! ¡Que yo soy bateyero! A los vientos mordaces les reclamo mi nombre. A las noches eternas del trapi-che encantado; a las tibias madrugadas de la brisa del cayo le revienta mi grito, partido en los plurales pulmones que se infla-man de rabia: ¡No marchiten mi nombre! ¡Que yo soy bateyero! 

Repentina, la sangre de las mutilaciones mudas ―rojinegras centrífugas granularon obreros― reclama por el nombre de tantas horas truncas al estruendo infinito de las locomotoras. Emergente, la sangre se revienta en las tumbas abiertas de mil albas y ocasos, condenados a olvidos por celadas mediáticas. Hay un Muemén sediento de su nombre irredento; truena, campanease indómito desgarrando el salitre, la zanja y el machete, bravamente blandido por esos brazos puros que parieron bonanzas… 

¡Que me duele el alma! ¡Me duele! Aflígeme esta muerte de olvido, curtida en eufemismos. ¿Villa de qué? ¡Ya ni el nombre here-damos a nuestros hijos tiernos! Ya es ajena la estirpe que poblara de vidas un territorio digno del sudor y el azúcar… 

¡No gimas Osamí! ¡Osamí, baila el viento en tu nombre! Excelso es. ¡Osamí! Nombre pulcro. Pulido en las entrañas de la tierra que lo canta, tu nombre bateyero nos redime en la estirpe de lo que siempre somos. ¡No gimas Osamí! Osamí, dulce negra. Osamí bateyera. ¡Reniega ese martirio burlador del ancestro! Osamí es la raíz; el ente; la dignidad del verbo que llevamos a cuestas para ser lo que somos hasta el último aliento.

Azúcar, Cayo y Puerto -La Epopeya del Batey.

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